La biblioteca te cuida: celebramos el Día de las Bibliotecas 2022

Cada 24 de octubre celebramos el Día de las Bibliotecas para aplaudir y reivindicar el papel imprescindible que ejercen estas entidades como transmisoras de conocimiento, espacios de creación y promotoras de la lectura en la sociedad.

Este año, la conmemoración se centra en el lema ‘BiblioTEcuida’, precisamente para incidir en las bibliotecas como espacios libres y abiertos, que atienden las necesidades de sus usuarios y que se han consolidado como auténticos polos de bienestar en sus comunidades.

El concepto y la función que ejercen estas entidades ha mudado y evolucionado de forma progresiva a lo largo de la historia y su origen se remonta al inicio mismo de la civilización.

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Breve historia

Las bibliotecas comenzaron como grandes salones o almacenes en los que se depositaban y conservaban tablillas de arcilla con los conocimientos de la época. Estos documentos consistían en registros de transacciones económicas, cuestiones administrativas, actividad religiosa y política o textos de ámbitos como la astronomía, matemáticas o medicina.

Los primeros indicios se remontan 3.000 años a. C., a las sociedades mesopotámicas, como la gran biblioteca del rey Ashurbanipal.

Egipto contaba con las llamadas Casas de la Vida, que se situaban en los templos y palacios reales. Estos centros de estudios para escribas destacaban por sus amplias colecciones de documentos plasmados en papiros, de los que se podía hacer copias, aunque no existen hallazgos de estas edificaciones ni de los contenidos que albergaban.

En Grecia se dio un importante revulsivo a la difusión de la lectura con la aparición de la escritura alfabética y la extensión de la enseñanza a través de las escuelas, pedagogos y centros de investigación, como el Liceo de Aristóteles.

La biblioteca de Pérgamo, fundada en el siglo II a. C., almacenaba cerca de 200.000 volúmenes, y la biblioteca de Alejandría llegó a tener hasta 700.000 manuscritos de numerosas civilizaciones de la Antigüedad, que se conservaban en salas o habitaciones en nichos de madera o de mimbre en un orden determinado para facilitar su consulta.

En Roma aparecieron las primeras bibliotecas públicas, en el año 39 d. C., como la Asinio Polión, ubicada en el Templo de la Libertad, que se edificaban para conmemorar una victoria en batalla y se abrían al público, con un sistema de préstamo con fianza económica.

La diversificación de la biblioteca

A lo largo de la historia fueron apareciendo diferentes tipologías de bibliotecas, mayormente en función de la institución y clase social a cargo de ella. El Imperio Bizantino concedía un importante valor al libro como testimonio de la herencia cultural de los pueblos, por lo que crearon bibliotecas en instituciones públicas, educativas y religiosas.

Las mezquitas, como motor de la vida intelectual en el Islam, contaban con obras religiosas y de estudio, mientras que las bibliotecas monacales en la Alta Edad Media empleaban códices, y ejercían labores de copia y conservación.

Las bibliotecas catedralicias, las universitarias y las colecciones reales aparecieron en la Baja Edad Media. La actividad de las dos primeras giraba en torno a la vida urbana, por una parte, y a la consulta y préstamo a docentes y alumnos, por otra.

Sin embargo, fue la invención de la imprenta por parte de Johannes Gutenberg la que supuso un verdadero hito para las bibliotecas, por sus consecuencias en la difusión del conocimiento y la mejora de los niveles de alfabetización.

A partir de ahí, surgieron numerosas universidades con sus respectivas bibliotecas, como es el caso de la de Alcalá de Henares, además de otras entidades de carácter privado de la mano de la Aristocracia.

El Renacimiento favoreció el desarrollo de las letras y del libro, el impulso a bibliotecas privadas, como la de los Medici, o las nacionales, como la de El Escorial, creada en el siglo XVI por Felipe II. En esta época, el bibliotecario pasó de ser un mero encargado de conservar los ejemplares a ser una figura de gran conocimiento y bagaje cultural.

 

Cambio conceptual

El punto de inflexión en el concepto de biblioteca se produce a partir del siglo XIX, cuando pasó de ser una entidad orientada a la conservación a una auténtica institución pública.

La búsqueda de nuevas ideas supuso una potenciación de la investigación científica y de la publicación de obras, sobre todo a partir de la Revolución Francesa, y las bibliotecas fueron adquiriendo funciones formativas y culturales.

En España, sin embargo, el concepto de biblioteca pública todavía era ajeno a la inmensa mayoría de la sociedad. Los centros creados durante este periodo, generalmente a cargo de instituciones públicas de enseñanza media y superior, tuvieron un limitado impacto en el público potencial, salvo para una minoría de profesores, estudiantes o eruditos

 

Las bibliotecas ejercían de depósitos del patrimonio cultural, control social, instrucción pública y formación profesional y servicio a la comunidad de docentes y estudiantes, en lugar de como centros activos de lectura.

El siglo XX supuso el verdadero salto de gigante para estas entidades: el papel de conservación y preservación del saber dio paso al de difusión del conocimiento y de los hábitos de lectura y a la celebración de todo tipo de actividades culturales, educativas y científicas.

Además, se impulsaron normativas específicas y se crearon numerosas asociaciones del sector, como la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA).

La tipología de las bibliotecas cambió, además, para adaptarse a los objetivos y público concreto al que se dirigen. Según la UNESCO, estas entidades van desde las nacionales, dedicadas a la conservación de ejemplares de todas las publicaciones impresas en el país, a las universitarias y escolares, al servicio de alumnos y docentes, además de las públicas y las especializadas (que dependen de una institución en concreto, como un museo o una organización religiosa o cultural).

Salto tecnológico

La irrupción de las TIC llevó este avance todavía más allá, y las bibliotecas se sirvieron de los nuevos recursos electrónicos para automatizar procesos y utilizar las redes para el control bibliográfico (adquisiciones, inventario, catalogación y clasificación), para soporte del catálogo público y el control de usuarios y préstamos.

 

De ahí han aparecido nuevas modalidades, como las bibliotecas digitales o de realidad virtual, es decir, aquellas con las que se interactúa a través de la red, que ya no cuentan con un espacio físico y que permiten consultar las obras mediante dispositivos electrónicos.

Las bibliotecas escolares, además, han implantado todo tipo de metodologías y nuevas funciones de fomento de la competencia científica y de alfabetización digital, como los llamados espacios ‘Maker’ dedicados al impulso de las vocaciones STEM.

Hoy en día, estos centros son un apoyo esencial para la formación, el aprendizaje y la investigación, tanto a la comunidad educativa como para la sociedad en general, aunque mantienen su papel esencial como custodios del legado documental de las comunidades de las que forman parte.